VALENCIA CF 2-3 SPORTING DE GIJÓN
“Voy a Valencia con la idea de ganar porque el Racing nos enseñó como hacerlo”, aseguraba Manuel Preciado en la previa del encuentro que debía enfrentar a su equipo y al Valencia. Ante este aviso de seguridad del técnico del Sporting, nadie en el Valencia movió un hilo para cambiar algo respecto al partido de hace dos semanas contra Racing. Misma alineación (salvo Alexis por Marchena), mismo sistema, mismo guión y mismas imposibilidades de dominar el centro del campo.
El resultado con estas premisas cae por su obviedad: mismo resultado. El Sporting dominó al Valencia cuanto quiso y como quiso. Los asturianos ataron a un Valencia que repitió el mismo guión previsible donde fue arrastras en el marcador. Los ches solo se acercaron al gol cuando la desventaja ya dejaba el partido casi sentenciado. Diego Castro fue el Tchité de dos semanas atrás, y consiguió un doblete en la noche negra de Marchena y Albiol. Barral emuló a Robinho y puso la puntilla a un Valencia condenado por los errores defensivos.
Al igual que pasara con los cantabros, los valencianistas saltaron al campo muy enchufados. Se vislumbraba un Valencia superior al Sporting durante los noventa minutos y con muchas llegadas a puertas. Sin embargo, los gijonenses, que traían aprendida la primera lección de los cantabros, se asentaron paulatinamente en el partido y, sin tener el balón, controlaron a los de Emery sin darles espacios.
El Sporting y el Racing defendieron en Mestalla de forma conjunta y ordenada, pero sin caer en el error de encerrarse demasiado atrás. Eso dio a ambos resultados muy positivos enseguida. Las perdidas de Albelda, Marchena y Fernandes en el centro del campo propiciaron peligrosos contraataques que anunciaban el fallo sistémico del Valencia.
Diego Castro rompió la defensa valencianista por el sitio más doloroso, entre Albiol y Marchena, y se plantó ante Renan para encarrilar la victoria asturiana. La segunda lección también fue aprobada, la grada se impacientó y la reacción valencianista no llegó. Las bandas estaban fuera de servicio, y Mata y Villa, protagonistas del prepartido, estuvieron desaparecidos hasta la segunda parte.
Barral golpeó de nuevo nada más iniciada la segunda mitad y puso en práctica la tercera elección, ya demostrada por Tchité. El asturiano se adentró en el área y se harto de hacer bicicletas cual Robinho hasta dejar mareado a Moretti, desacertado durante todo el encuentro para frenar la banda derecha del Sporting. Barral golpeó con su zurda y el balón se coló por el palo corto que no supo tapar Renan.
De nuevo, el Sporting aprovechaba el nulo juego de creatividad en el centro del campo. Albelda sufría al intentar organizar el juego con pases regalados al rival y Fernandes estaba perdido en frivolidades innecesarias para el caso. Por eso, Emery sacó a Baraja y el equipo ganó en llegada, pero la verdadera reacción llegó con el penalti materializado por Villa.
La reacción de Mestalla y más de veinte minutos por delante auguraban el empate o incluso la remontada. Pero Diego Castro tenía fresca la cuarta lección que Preciado sacó del partido del Racing en Mestalla. El ímpetu valencianista acabó estampado con el tercero del Sporting. Diego Castro volvió a aprovecharse de los errores y la inocencia de la zaga del Valencia. El asturiano bailó a Albiol delante de sus narices y se coló en la cocina para batir a Renan y desatar la euforia de Preciado.
Ya en la recta final del encuentro, el Valencia solo tuvo tiempo de achuchar a un Racing que vivió de la ventaja en el marcador a causa del desgaste físico de todo el partido. Cuellar salvó dos magníficos tiros de Edu y Albiol, pero no pudo con el de Mata que recortaba distancias. El empate estuvo a punto de llegar de los pies de Morientes, pero Cuellar volvió a salvar al Sporting con el tiempo justo para que Renan salvara el cuarto del Sporting en la jugada siguiente.
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